Yoga = Independencia

“Yoga is a journey from dependancy to independancy” / Yoga es un camino desde la «Dependencia hacia la Independencia» (TKV Desikachar, What are we seeking?)

Hay muchos sentidos positivos asociados a yoga. UNION, FOCO, ECUANIMIDAD, PROTECCION, MEDITACION. Una de las primeras palabras que quedó resonando en mi mente cuando llegué a nuestra escuela fue SVATANTRAM. La referencia provenía de una de las definiciones de yoga que cita Krishnamacharya.

SVATANTRAM se asocia a INDEPENDENCIA. ¿Qué significa independencia en este caso? ¿Independencia de qué o de quién? ¿Cómo ligamos independencia a yoga? ¿Qué tiene una “postura corporal” de independiente? ¿Se refiere a que puedo practicar yoga solo, como se me ocurra?

Es interesante porque, para el idioma castellano, independencia sugiere la desvinculación con elementos (objetos, personas, situaciones, experiencias, vivencias). Aún más, se puede referir a desvincularnos con aquello que “nos ata” o “nos pesa” o no nos deja actuar libremente.

En principio parecería haber cierta disonancia entre un sentido y el otro ya que yoga propone desde su misma raíz, la idea de UNION, de LIGAZON o ATADURA (ENCASTRE) fuerte.

Entonces, pensemos un recorrido posible para entender esta supuesta contradicción:

Cada persona que recurre al yoga lo hace por algún motivo que quiere mejorar o cambiar. Por más leve que fuera, la raíz de ese motivo está asociada a algo de sufrimiento (sea falta de elongación, contractura en el cuello o depresión severa).

Durante los primeros pasos, el alumno va incorporando ayudas (herramientas) para ir removiendo ese bloqueo. Y, en el mejor de los casos, se adentra en un proceso en el que gradualmente va comprendiendo (iluminando) las causas originales de ese sufrimiento. Tanto sea en las prácticas grupales (seguramente aquí con más tiempo de por medio) como –particularmente- en las prácticas individuales, el nudo se va “desarmando” y es posible comenzar a identificar con más claridad: qué movimientos ayudan y cuáles limitan; qué actitudes y hábitos promueven ese estado de rigidez.

Por ejemplo, aprendo a reconocer qué asanas debo evitar cuando estoy con cierto dolor. A su vez, puede ser que registre qué posturas de mi vida cotidiana acrecientan ese bloqueo. Hasta puede ser que llegue a linkear el momento en que una emoción o situación de la vida corriente desencadene ese patrón corporal.

Hay una serie de pasos que se dan en este proceso de discernimiento. Los primeros y más cercanos:

  1. reconozco los síntomas (ej. dolor lumbar)
  2. las causas de esos síntomas (ej. mi postura siempre tiende a arquear la espalda//reacciono automáticamente así cuando algo me da miedo)
  3. el objetivo por el cual transito por ello (ej: desarmar ese “patrón” de miedo)
  4. identifico las herramientas que me permiten “desarmar” ese juego que me genera sufrimiento (ej. combino asanas, pranayama, canto, etc. para lograr ese objetivo)

Los próximos pasos de ese discernimiento son más sutiles pero, para resumir, están alineados con la idea de que los cambios internos y externos no me afectan tan intensamente, al tiempo que voy conociendo mejor. Como si el lente desde donde veo el mundo se fuera limpiando una y otra vez, cada vez.

La guía de un profesor experimentado y sincero es fundamental. En este caso podríamos preguntarnos si existe cierta dependencia con este vínculo ya que –desde el primer Yoga Sutra- sin profesor, no hay proceso. A su vez, particularmente al comienzo, pareciera que “dependo” de las prácticas, de las asanas, del pranayama, de los cantos, de las visualizaciones (en fin, de las herramientas en general) para sentirme “en yoga”.

Sin embargo y paradójicamente, con el paso del tiempo, esta manera de relacionarme con las herramientas asume otra dimensión. Es posible que no prescinda de ellas pero seguro no serán la condición ineludible para sentirme en yoga.

La relación con el profesor también transita su propio crecimiento. La fortaleza de ese vínculo sostenido en el tiempo, lejos de generar dependencia, habilita el potencial de confianza, libertad y autodeterminación del alumno. Y es que si no hay confianza, no hay posibilidad de erradicar ningún miedo. Y si no lidiamos con nuestros miedos, jamás seremos “libres”.

No es fácil (a fin de cuentas, somos ego-humanos, ¿no?). Ni directo. Ni inmediato. Pero, tarde o temprano, el vínculo genera la red necesaria para que el alumno transite por el proceso sabiéndose sostenido; requisito esencial para animarse a mirar hacia adentro. Y luego, con nuevos ojos, mirar hacia fuera una vez más. Vale la pena aclararlo ya que el proceso no es de introspección eterna (aislamiento o reclusión) sino que promueve conexiones más genuinas y fuertes desde adentro hacia fuera.

En todos los casos, aún cuando el sufrimiento que me motivó a practicar es únicamente corporal, el profesor sólo puede guiar proponiendo herramientas y recorridos. Y sólo y únicamente el alumno decide emprender el proceso. Así como también queda bajo su voluntad la posibilidad de ir linkeando todas y cada uno de las “informaciones” de yoga (en todos los niveles e intensidades) que llegan a él.

En definitiva, yoga esta ahí disponible para TODOS. Nos invita a conocernos más. Por momentos nos ofrece herramientas que parecieran generar dependencia pero que<span>, sostenidas en el tiempo</span>, se subordinan a una Inteligencia que las trasciende.

En ese sentido, puedo sentirme más o menos afín con una escuela, un profesor, una clase, un grupo… Pero sin dudas, la decisión de permanecer en ese proceso (practicar, comprometerse, entregarse, saber esperar, etc.) residirá en cada UNO.

Así como la intransferible experiencia de liviandad (independencia ¿libertad?) cada vez que iluminamos alguna parte más o menos oscura de nuestra vida.

Yoga = Independencia

Escrito por Gabriela Binello – Profesora Certificada por el KHYF – India.

7 de Agosto del 2010