VENTANAS DE OPORTUNIDAD

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Hay un tiempo preciso y precioso. Es ese que va desde que un chico comienza a crecer en la panza de su mamá hasta-dicen algunos-los dos primeros años. De hecho, algunos especialistas extienden ese tiempo de oro hasta los seis años. Pero en lo que hay una total coincidencia es en el rol decisivo de esos primeros momentos en la Tierra. Ya hay, de hecho, abundante literatura sobre ese momento que define el resto de la vida y que no es otra cosa que una sucesión de “ventanas de oportunidad” para dotar a ese niño o niña de cosas fundamentales para su desarrollo futuro.

No hablamos aqui sólo de lo más evidente-como nutrición y salud-, sino de ingredientes mucho más sutiles que hacen al desarrollo infantil temprano (o DIT): caricias, canciones, juguetes, música y alguien amoroso cerca con quien comenzar a investigar el mundo.

Cualquiera que haya tenido un bebé cerca lo sabe: es la época de upa y de arrullo(esa que solemos pasar tirados en el piso, jugando con peluches, cascabeles y pelotitas) , esa en la que los chicos necesitan del juego, del mimo y del tiempo casi tanto como del sueño y de la buena comida. La clase de cosas en las que por años no se reparó demasiado por pensar que “ocuparse” de la niñez consistía básicamente en reducir la tasa de desnutrición y de mortalidad infantil . Pero, como ya marcaba la Unesco en el documento “Hacia un porvenir seguro para la infancia” en la actualidad, “la lucha por salvar vidas en la infancia debe ir acompañada por la lucha por dar sentido a esas vidas”.

Esto es lo que el consultor Robert Myers plantea como una mirada más allá de la supervivencia y centrada en un porvenir seguro.

La nación-sociedad-agosto 2014