UN CUENTO PARA GRANDES Y CHICOS. Las pesadillas

En medio de un cuarto en penumbras, sentado en una silla desvencijada, un señor de gamulán fabrica pesadillas para repartir. Tiene una valijita marrón de donde saca sus herramientas: pozos, monstruos, túneles , nenes en calzoncillos, maestras gritonas, perros feroces, caídas interminables y hectáreas de oscuridad.
Si algo en el dia o salió como quisimos, o si simplemente comimos pesado, es muy probable que tengamos un sueño intranquilo. Entonces, ya dormidos, nos encontramos ante la puerta del señor de las pesadillas, quien nos impone una o dos, según la urgencia.
A veces hay una cola larga de gente esperando la suya y, como los temas no son infinitos, el señor junta a varios clientes y les entrega la misma pesadilla, por ejemplo una sombra que nos persigue y persigue.
Otras veces, dependiendo de su apuro, nos regala pesadillas sin terminar, a medio hacer, que suelen interrrumpirse justo cuando la cosa se pone interesante. En este caso, uno se despierta de un salto y cuando se vuelve a dormir tiene que visitar de nuevo la habitación oscura y exigir el resto de la pesadilla como corresponde.
En muchas ocasiones, la pesadilla incluye gente o lugares que conocemos. Es muy importante brindar datos correctos al señor para que confeccione pesadillas a medida y no nos entregue las de repuesto, gastadas de tanto asustar.
Algunos valientes se animan a las “pesadillas olinclusif”, con sudor frío y banda de sonido original que entona, durante el sueño, para desgracia de los que duerman al lado. Su uso estuvo discontinuado muchos años por pedido de las madres o esposas que debían limpiar las sábanas del dia siguiente.
Muy de vez en cuando, despertamos por la mañana y recordamos perfectamente nuestra pesadilla. Lo que se debe hacer es aferrarse a ella, repetirla hasta que la sepamos de memoria y , a la noche siguiente, tocar la puerta de la habitación de al lado, donde trabaja otro señor de zapatos blancos que nos la cambia por un lindo sueño.
Cuento de Pablo Bernasconi.