Mente clara ¿ Para qué?

Percibir Claramente… ¿Para qué?
A esta altura en Occidente ya muchas personas saben que el Yoga no se trata de un culto a la forma sino de un estado de nuestra Mente. En todo caso, las formas son tan sólo el medio para lograr ciertos objetivos muy necesarios si queremos ocuparnos de conocer, comprender y refinar nuestra Mente.
Para el yoga hay diferentes tipos y niveles de mente. Los dos tipos de mente que más operan en lo cotidiano se refieren a la mente ligada a los sentidos y al ego. El estado de yoga alude a una mente más profunda que cualquiera de estas dos pero para poder entender eso, necesitamos revisar uno de los procesos más fuertes desde donde conocemos el mundo: la identificación.
Nuestra primera y fundamental identificación es con nuestro nombre. Desde que nacemos, inclusive en las panzas de nuestras madres, somos objeto de proyecciones e identificaciones que van conformando nuestra “identidad”. Esa “identidad” se va llenando de rótulos, etiquetas, nombres, roles, cargos, valores, títulos, etc. tanto desde la visión que recogemos desde afuera como la que vamos espejando de nosotros mismos. Podemos ser: “Anastasia”, “médica pediatra”; “de nacionalidad rusa”, “con un nivel socioeconómico holgado”, “la hermana de”, “jugadora amateur de tenis”, “buena persona”, “madre de”… y así seguir llenando casilleros hasta la eternidad.
Hacernos cargo de estos rótulos forma parte del juego inevitable para interactuar y vivir en sociedad (al menos, el único que conocemos hasta ahora, mientras el mundo es mundo). Ese juego tiene sus propias reglas basadas en la comunicación y el lenguaje. El problema  surge cuando nos olvidamos que ese juego es tan sólo un aspecto (un juego) de la realidad (Verdad).
Aquí es cuando los Yoga Sutras nos asisten para recordarnos que, más allá de nuestras proyecciones e identificaciones, existe la posibilidad de percibir las cosas tal cual son. Esto es, percibir de manera pura y sin aditamentos, sin la mezcla de nuestra imaginación y nuestra memoria; ambas soportadas por los patrones desde donde aprendemos, conocemos y accionamos en lo cotidiano.
Pero entonces, si nos resulta vital asumir una “identidad” para vivir en sociedad, ¿por qué nos sería útil “percibir las cosas tal cual son”? Porque sufrimos. ¿Y por qué sufrimos? Porque la ignorancia (en gran parte sostenida por el proceso de identificación) nubla nuestro potencial de percepción y nos inhabilita para conectarnos con nosotros y con el mundo desde otro lugar. ¿Cuándo y de dónde surge esa ignorancia? Existe desde que nacemos y su esencia está ligada a la inexorable transitoriedad de la materia y al principio del Cambio permanente (aclaración necesaria: responden los Yoga Sutras desde mi comprensión, siempre en vías de ser refinada). Pienso en el siguiente ejemplo: Anastasia, como cualquier ser humano, sabe desde siempre que va a morir. Es inevitable. Por lo tanto, mientras vive, siente la urgente necesidad de aferrarse a las cosas, a las relaciones, al conocimiento. Por muchos momentos juega el juego de la eternidad desde su condición humana. Sin embargo, por más que evite recordarlo, sabe que acumular objetos materiales, títulos y valores, no compra al Tiempo (que se manifiesta en la inevitable caducidad de su cuerpo físico, las pérdidas de seres queridos o simplemente en algo tan nimio como los trastornos cíclicos de su estado de ánimo). Y entonces, se frustra, sufre.
¿Qué propone el Yoga? Limpiar nuestra mente (incluye muchas capas que van desde nuestros sentidos hasta nuestras emociones y recuerdos más primitivos). En la medida que esto sucede, también sucede: la conexión profunda y sin distracciones con un foco; el conocernos en profundidad; la unión con nosotros mismos; la percepción correcta y completa de las cosas y del mundo; la Entrega (para algunos puede ser a Dios y para otros a una Ley Universal o a lo que fuera). La consecuencia de este proceso que ES YOGA está siempre asociado a expresiones donde surge la Luz. Luz que disipa oscuridad (ignorancia) y luz que expresa una alegría más allá del Tiempo y el Cambio. Es bien interesante porque, según los Yoga Sutras, esa luz siempre surge desde nuestro propio interior; se revela desde adentro hacia fuera…
¿Cómo se limpia esa mente para percibir claramente? Con Meditación. Ese es el fin último del Yoga. Sólo que también queda claro que, mientras jugamos nuestro propio juego, resulta casi imposible situarnos afuera de los propios patrones desde donde “jugamos”. Y si no identificamos esos patrones, no podemos cambiarlos. Y si no podemos cambiar eso, no podemos refinar nuestra percepción (porque siempre estaremos proyectando/jugando). Ergo: seguiremos sufriendo. Quizás, cada vez más.
Entonces, ¿por dónde arrancamos? Cómo cualquier situación en la que estamos totalmente involucrados y alguien, desde afuera, nos da una nueva visión de las cosas; de la misma forma necesitamos a alguien “externo” que nos guíe para identificar esos patrones que obstaculizan nuestra percepción. Estamos hablando de un maestro.
¿Cómo se da ese proceso? Cómo cualquier aprendizaje, también aquí se aplica la ley “de lo Grosero a lo Sutil”. Quizás en un comienzo, nuestra percepción se aclare para registrar qué alimentos nos resultan saludables y tal vez mañana, eso se traslade a un cambio de trabajo o a fortalecer nuestras relaciones humanas. Quizás, más adelante se exprese en una conexión con nuestra existencia que se traduce en Alegría, más allá de todo cambio.
En cualquier caso, lo que es seguro de este proceso es que llevará práctica// esfuerzo y entrega. Todos los niveles de meditación profunda, aún cuando pueden ser niveles muy sutiles para nuestra comprensión hoy, siguen mencionando la necesidad de refinamiento y limpieza de nuestra mente; cada vez en capas y niveles más profundos y sutiles.
¿Cuándo es el momento de empezar? Esta pregunta se responde con otra pregunta… ¿Cuándo queremos aliviar nuestro sufrimiento?

Percibir Claramente… ¿Para qué? A esta altura en Occidente ya muchas personas saben que el Yoga no se trata de un culto a la forma sino de un estado de nuestra Mente.En todo caso, las formas son tan sólo el medio para lograr ciertos objetivos muy necesarios si queremos ocuparnos de conocer, comprender y refinar nuestra Mente.
Percibir Claramente… ¿Para qué?

A esta altura en Occidente ya muchas personas saben que el Yoga no se trata de un culto a la forma sino de un estado de nuestra Mente.En todo caso, las formas son tan sólo el medio para lograr ciertos objetivos muy necesarios si queremos ocuparnos de conocer, comprender y refinar nuestra Mente.

Para el yoga hay diferentes tipos y niveles de mente. Los dos tipos de mente que más operan en lo cotidiano se refieren a la mente ligada a los sentidos y al ego.

El estado de yoga alude a una mente más profunda que cualquiera de estas dos pero para poder entender eso, necesitamos revisar uno de los procesos más fuertes desde donde conocemos el mundo: la identificación.Nuestra primera y fundamental identificación es con nuestro nombre.

Desde que nacemos, inclusive en las panzas de nuestras madres, somos objeto de proyecciones e identificaciones que van conformando nuestra “identidad”. Esa “identidad” se va llenando de rótulos, etiquetas, nombres, roles, cargos, valores, títulos, etc. tanto desde la visión que recogemos desde afuera como la que vamos espejando de nosotros mismos.

Podemos ser: “Anastasia”, “médica pediatra”; “de nacionalidad rusa”, “con un nivel socioeconómico holgado”, “la hermana de”, “jugadora amateur de tenis”, “buena persona”, “madre de”… y así seguir llenando casilleros hasta la eternidad. Hacernos cargo de estos rótulos forma parte del juego inevitable para interactuar y vivir en sociedad (al menos, el único que conocemos hasta ahora, mientras el mundo es mundo).

Ese juego tiene sus propias reglas basadas en la comunicación y el lenguaje. El problema  surge cuando nos olvidamos que ese juego es tan sólo un aspecto (un juego) de la realidad (Verdad). Aquí es cuando los Yoga Sutras nos asisten para recordarnos que, más allá de nuestras proyecciones e identificaciones, existe la posibilidad de percibir las cosas tal cual son. Esto es, percibir de manera pura y sin aditamentos, sin la mezcla de nuestra imaginación y nuestra memoria; ambas soportadas por los patrones desde donde aprendemos, conocemos y accionamos en lo cotidiano.

Pero entonces, si nos resulta vital asumir una “identidad” para vivir en sociedad, ¿por qué nos sería útil “percibir las cosas tal cual son”? Porque sufrimos.

¿Y por qué sufrimos? Porque la ignorancia (en gran parte sostenida por el proceso de identificación) nubla nuestro potencial de percepción y nos inhabilita para conectarnos con nosotros y con el mundo desde otro lugar.

¿Cuándo y de dónde surge esa ignorancia? Existe desde que nacemos y su esencia está ligada a la inexorable transitoriedad de la materia y al principio del Cambio permanente (aclaración necesaria: responden los Yoga Sutras desde mi comprensión, siempre en vías de ser refinada).

Pienso en el siguiente ejemplo: Anastasia, como cualquier ser humano, sabe desde siempre que va a morir. Es inevitable. Por lo tanto, mientras vive, siente la urgente necesidad de aferrarse a las cosas, a las relaciones, al conocimiento. Por muchos momentos juega el juego de la eternidad desde su condición humana.

Sin embargo, por más que evite recordarlo, sabe que acumular objetos materiales, títulos y valores, no compra al Tiempo (que se manifiesta en la inevitable caducidad de su cuerpo físico, las pérdidas de seres queridos o simplemente en algo tan nimio como los trastornos cíclicos de su estado de ánimo). Y entonces, se frustra, sufre.

¿Qué propone el Yoga? Limpiar nuestra mente (incluye muchas capas que van desde nuestros sentidos hasta nuestras emociones y recuerdos más primitivos). En la medida que esto sucede, también sucede: la conexión profunda y sin distracciones con un foco; el conocernos en profundidad; la unión con nosotros mismos; la percepción correcta y completa de las cosas y del mundo; la Entrega (para algunos puede ser a Dios y para otros a una Ley Universal o a lo que fuera).

La consecuencia de este proceso que ES YOGA está siempre asociado a expresiones donde surge la Luz. Luz que disipa oscuridad (ignorancia) y luz que expresa una alegría más allá del Tiempo y el Cambio. Es bien interesante porque, según los Yoga Sutras, esa luz siempre surge desde nuestro propio interior; se revela desde adentro hacia fuera…

¿Cómo se limpia esa mente para percibir claramente? Con Meditación. Ese es el fin último del Yoga. Sólo que también queda claro que, mientras jugamos nuestro propio juego, resulta casi imposible situarnos afuera de los propios patrones desde donde “jugamos”.

Y si no identificamos esos patrones, no podemos cambiarlos. Y si no podemos cambiar eso, no podemos refinar nuestra percepción (porque siempre estaremos proyectando/jugando). Ergo: seguiremos sufriendo. Quizás, cada vez más.Entonces,

¿Por dónde arrancamos? Cómo cualquier situación en la que estamos totalmente involucrados y alguien, desde afuera, nos da una nueva visión de las cosas; de la misma forma necesitamos a alguien “externo” que nos guíe para identificar esos patrones que obstaculizan nuestra percepción. Estamos hablando de un maestro.

¿Cómo se da ese proceso? Cómo cualquier aprendizaje, también aquí se aplica la ley “de lo Grosero a lo Sutil”. Quizás en un comienzo, nuestra percepción se aclare para registrar qué alimentos nos resultan saludables y tal vez mañana, eso se traslade a un cambio de trabajo o a fortalecer nuestras relaciones humanas.

Quizás, más adelante se exprese en una conexión con nuestra existencia que se traduce en Alegría, más allá de todo cambio. En cualquier caso, lo que es seguro de este proceso es que llevará práctica// esfuerzo y entrega.

Todos los niveles de meditación profunda, aún cuando pueden ser niveles muy sutiles para nuestra comprensión hoy, siguen mencionando la necesidad de refinamiento y limpieza de nuestra mente; cada vez en capas y niveles más profundos y sutiles.

¿Cuándo es el momento de empezar? Esta pregunta se responde con otra pregunta… ¿Cuándo queremos aliviar nuestro sufrimiento?

Escrito por Gabriela Binello – Profesora Certificada del KHYF INDIA.

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