LA CAPACIDAD DE ELEGIR

Cuando nos aqueja una enfermedad y queremos curarnos, esa simple elección, nos cambia la vidala herramientas que encontraremos a nuestro alcance pueden ser muchas, pero debemos saber cómo usarlas y por qué.

Existe una forma de curarse que es la de tratar y solucionar solamente los síntomas sin averiguar las causas que han producido la enfermedad. A este campo se refiere la medicina sintomática, que es la que suprime los procesos por los cuales trata de manifestarse un desequilibrio orgánico, que por lo general vuelve a aparecer a lo largo de la vida como otra serie de síntomas que aparentemente no guardan relación con las primeras manifestaciones de enfermedad o desequilibrio.

Pero también existe otra forma de curarse; a través de la búsqueda de las causas de dicha enfermedad y su tratamiento. Esto significa un compromiso activo y profundo, principalmente con uno mismo y con la vida que nos fué dada. A esta medicina se la llama “medicina no supresora», porque no suprime los síntomas. La alimentación curativa utiliza un proceso  llamado homeostasis u homeodinamia que el cuerpo realiza por sí mismo para equilibrarse. Es un conjunto de procesos por los cuales el organismo conserva la salud y la vida.

Mientras que el término Homeostasis nos sugiere algo que está fijo, estático, con la función de mantener el medio interno para la supervivencia, adoptaremos el término Homeodinámia para nombrar a ese conjunto de procesos cambiantes y en movimiento que nos permiten mantenernos vivos. Imaginemos la Homeodinamia como el oscilar de un péndulo. Cuanto más abierto y extremo sea ese oscilar, mayor será el desgaste y el trabajo a realizar por el organismo para equilibrarse ,ya que en los extremos encontraremos la enfermedad y las emociones negativas.

Lo que se consigue con la alimentación adecuada y las medicinas no supresoras, es una armonización (equilibrio)para salirnos de los extremos y así recuperar las funciones orgánicas interrumpidas por la enfermedad, clarificar nuestra mente y equilibrar las emociones.

Todos sabemos que los alimentos son transformados por el cuerpo en energía nutricia y que estos nutrientes son desdoblados en la boca y asimilados por el intestino que los envía directamente a la sangre.

Nuestra sangre tiene un PH (equilibrio) Sodio-Potasio 1-7.Este equilibrio es el que nos permite estar vivos y sanos. Los alimentos también contienen un equilibrio Sodio-Potasio. Cuando nuestra ingesta diaria sobrepasa en exceso esta relación,el equilibrio,el organismo se ve obligado a equilibrarse “robando «minerales de los huesos y dientes. Es así como actúa, en este caso,el proceso de Homeostasis o Homeodinamia. Para evitar que este mecanismo equilibrante sea tan extremo y que a la larga termine desgastando a las células y órganos demasiado pronto y que también comprometa nuestra emocionalidad y nuestra vida de relación con negatividad y sufrimiento, existen toda una gama de herramientas curativas como la Homeopatía, Medicina China, etc. En el caso de la alimentación, recurrimos a diario a ella para nutrirnos y también nos sirve para curarnos Sólo debemos entender que hay alimentos que curan y otros que enferman. Un ejemplo de esto es el azúcar, que guarda una relación Sodio-Potasio 1-800 y que es un gran ladrón del calcio. Otros alimentos peligrosos son el tomate o la berenjena, que tienen 1-700.

También, la miel (que tiene 1-900) y otros alimentos industrializados que caen dentro de esta categoría.

Con una alimentación sana y equilibrada, en la cual los alimentos ingeridos a diario guarden una relación Sodio-Potasio más aproximada al PH sanguíneo, no solo conseguimos recuperar las funciones orgánicas alteradas, sino que también evitaremos el envejecimiento prematuro y también recuperaremos la armonía de los pensamientos y las emociones.

En nuestro cuerpo llevamos los códigos que nos dicen de qué manera alimentarnos, pero a medida que nos fuimos alejando del entorno natural y nuestra vida fue derivando en ésta que conocemos actualmente, altamente tecnificada y artificial, nuestros alimentos se han transformado de igual modo. Como consecuencia de esto, tenemos muchas enfermedades derivadas de esta forma  de vida y por ende de esta forma de alimentarnos.

En la boca encontramos algunos de esos códigos: los dientes. El 50% de nuestros dientes son molares y premolares, o sea que están diseñados para “moler”; el 30% de los dientes anteriores están destinados a morder verduras, bulbos, raíces y frutas, y un 15% son caninos (o lo que vendría a ser un esbozo de caninos, ya que los verdaderos son más “puntudos”, afilados y sin puntos de contacto). ¿Cómo se traducen estos códigos a la hora de sentarnos a comer todos los días? Con un 50% de cereales integrales, un 30%  35% de verduras y frutas (raíces redondas y hojas), las que varían su proporción según la época del año. Entre las frutas debemos elegir las de estación, pequeñas y maduras. Finalmente, un 15% corresponde a las proteínas de origen animal o vegetal. Entre las de origen animal las de mejor calidad son las carnes blancas y magras de animales alimentados en forma natural o las de pescado de mar que habita en aguas frías y profundas. Entre las de origen vegetal encontramos las legumbres (porotos y chauchas). En la fase curativa se tratan de evitar las proteínas de origen animal ya que impiden la eliminación de toxinas acumuladas en el cuerpo. Las hierbas medicinales, tomadas en forma de infusión o tinturas madres, vendrían a completar nuestra dieta diaria.

Vegetales:

Raíces (30 a 40%): bardana, radicha de raíz, nabo, rabanito, zanahoria, raíz de loto, remolacha, papa ñame, batata cará.

Redondos (30 a 40%): zapallo hokaidoo, calabaza, zapallitos redondos, zapallitos zucchini, cebolla, cebolla de verdeo.

Hojas (20 a 10%): hakusai (repollo japonés), achicoria, radicheta, repollo blanco, grelo, apio, nabiza.

Proteínas vegetales: legumbres, queso de soja, seitán (gluten o trigo).