El reino de Butan

POR MÁS de 1000 años el pequeño reino de Bután ha sobrevivido en un aislamiento espléndido, una suiza oriental que se despliega entre China e India. Excluído del mundo exterior tanto por la geografía como por una decisión política deliberada. Este país no tuvo caminos, ni electricidad, ni vehíclos de motor, ni teléfonos , ni servicio postal hasta los años sesenta del siglo XX. Incluso en estos dias, su hipnótico paisaje evoca un lugar que el tiempo olvidó. No es de extrañar que los visitantes no se resistan a decir que Bután es el último Shangri-la.
Sin embargo, hasta Shangri-la debe cambiar. Cuando el rey Jigme Singye Wangchuck ascendió al trono en 1972, Bután padecía una de las tasas más altas de pobreza, analfabetismo y mortalidad infantil en el mundo: un legado de la política de aislamiento. “Pagamos un precio muy alto” expresó el rey después. Su padre, el rey de Bután había iniciado la apertura del país en los sesenta al construir carreteras, fundar escuelas y centros de salud, y presionar para ser miembro de la Organización de las Naciones Unidas. El rey Jigme Singye Wangchuck fue más lejos. Ha tratado de dictar los términos de la apertura de Bután y, en el proceso, redefinir el significado mismo del desarrollo. Para describir su enfoque, inventó la acertada frase:”Felicidad Nacional Bruta” (FNB) Teniendo como guía los “cuatro pilares de la FNB”-desarrollo sustentable, protección ambiental, conservación cultural y buen gobierno- Bután ha logrado salir de la más absoluta pobreza sin explotar recursos naturales (con excepción de la fuerza hidroeléctrica que vende a la India y que es la principal fuente de ingresos desde el exterior) Las tasas de analfabetismo y mortalidad infantil han descendido drásticamente y la economía esta en auge.
Ahora culminará el experimento de Bután. Nunca un monarca querido por la gente había abdicado voluntariamente a su trono para otorgar el poder al pueblo, pero en 2006, el rey Jigme Singye Wangchuck lo hizo.